¿Es la salud mental una prioridad?

El lema de este 10 de octubre es: “Hacer de la salud mental y el bienestar de todos, una prioridad mundial”. En Colombia, hasta el momento no lo ha sido.
El lema de este 10 de octubre es: “Hacer de la salud mental y el bienestar de todos, una prioridad mundial”. En Colombia, hasta el momento no lo ha sido.
El informe de la OMS confirma que el comediante mexicano estaba en lo cierto: “están diciendo que estamos locos, Lucas!”
Ahora que nos aproximamos a los cien mil fallecidos por la COVID-19, vale la pena detenernos a reflexionar lo que significan esas muertes, tanto en sufrimiento emocional para familiares y amigos, como para la vida entera de la nación, su economía, su cultura…Tanto en el momento actual como en el futuro.
En primer lugar, si tuviera que seleccionarse sólo una de las dimensiones psicológicas problemáticas causadas por la pandemia, seguramente habría un acuerdo mayoritario entre los expertos que esa condición es la “incertidumbre” (Altman, 2016).
“La libertad es la consciencia de la necesidad” pues cuando se comprende y se interioriza, la persona entiende que mucha de la ansiedad y la depresión proviene de la frustración de querer hacer lo que quiere y tener que enfrentarse a la dura realidad que se lo impide.
15.000 fallecimientos significan sufrimiento emocional intenso y duelo para 15.000 grupos familiares y 15.000 redes de amigos, conocidos, compañeros de trabajo o de estudio, vecinos… pero esta situación no se ha reconocido, ni se le ha dado importancia en su verdadera dimensión.
Existe evidencia que la situación de la salud mental en Colombia era ya de hecho muy precaria antes de la pandemia y que con la emergencia del COVID 19 los resultados de los primeros estudios empiezan a mostrar cómo esta situación se agrava aún más.
No basta que existan lineamientos de política pública si no se garantiza el acceso a los servicios. En Colombia, para las víctimas de violencias el sistema de salud prevé una cobertura de más de 60 sesiones de intervención terapéutica, pero por las múltiples barreras de acceso, en la vida real solo puede contarse y no de manera generalizada, con la atención inicial de urgencia.
En este período de pandemia, si los gobiernos nacionales mantienen en un estado de precariedad la financiación de la atención de la salud mental, los efectos devastadores tanto a nivel psicológico como en la economía serán su exclusiva responsabilidad.